jueves, 19 de agosto de 2010
En la geografía de mis manos 6
Seis
Una cobra danza ante mi faz dormida
observa gasas de sueño que cubren el rostro.
Pálida desliza la reluciente cinta
hasta perderse en la oscura rotación del día.
Un instante solitario, ni luz, ni sombra
discordias del corazón juego de espejos.
No fue verdad el veneno y la serpiente
pero
es cierto que brilló la barca que no navega.
Oculta bajo el adiós del océano soy agua marchita.
Resbala por mi cuerpo es remolino de recuerdos
la sensación de vacío en el costado izquierdo.
Despojada de ropa me cubro con desvelos.
Con sus olas hambrientas el océano insiste.
Insaciable, devorando la playa.
Insaciable
Insaciable el territorio que late debajo de la piel gastada
Respiré y bebí ese vino
aquel aliento que sube desde la plegaria.
Las grietas de mis labios hablan de otros vinos
otras palabras.
Otros son los ojos que miran con mis cristales
el cuerpo que se abandona
desencontrado con la noche.
Otra la mirada que alerta.
Estira pliegues memoriosos.
-los que recuerdan detalles amanecidos en el alma-
Insaciable la espera confidente
segundos que escapan del ritmo certero
de la amargura riendo a mi espalda
cuando pasan al ayer cenizas
de sueños que proyecté esta mañana.
-No es padecer lo que me habita y se instala-
Soy trozos de un sueño fragmentado.
Un ángel de mirada esquiva y lira sin cuerdas dice al oído
Ni angustias, ni temores.
Y vuelvo (sin mirar los escombros de realidad)
a soñarme entera.
Soy aquella que me sueña y esta que mira por dentro
la que suelta lágrimas y captura versos.
Porque cuando se ha respirado el corazón de una rosa
no hay sol
no hay estrellas para recuperar el sentido.
-Ya no se regresa del espacio donde cabe el fuego-
El tiempo abre su boca ávido, la conciencia declina
encerrada por los bordes del anhelo.
Insaciable
cuando todo huele a nunca y a hora malgastada.
® Cecilia Ortiz
(Imagen, González-Alba en Flickr.com)
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