jueves, 19 de agosto de 2010
En la geografía de mis manos 2
Dos
La lluvia no fue dicha hasta caer pálida entre nombres diferentes.
Rostro de historias frente al fuego.
En la ribera arena y sueños aún sin ser soñados
conviven con las cosas queridas.
Las ramas en flor de los naranjos
y esas vivencias de geranios y patios.
Un corazón sonámbulo arranca pétalos
del trébol que viste de margarita.
En la playa, mirando al enigma futuro
siento el canto de la brisa en el pecho.
Amanece en los ojos de los pájaros.
En la ribera húmeda del alma
sobre flores marchitas de ilusiones
un ánfora se vacía de memoria
Atesora gestos en la geografía de mis manos.
Se hace larga la espera cuando el barro descansa
y el trigo impacienta la tierra porque duele todavía.
Lo anunciado
no debe ser escrito. Es memorable.
Lo anunciado
Es tiempo de palabras inquietantes mensajeras
ueños que agigantan la indiferente noche
esperanza embestida y acechada.
Época de olvidos vanamente invocados
perderse en cicatrices rugosas del camino
tardes sorprendidas por el gesto de la lluvia.
Espacio de sombrías nubes coronando ideas
preguntas que son falsas respuestas
peligros disfrazados de mártires.
-Canción que la memoria no retiene-
Es el momento que ofrece mutarnos en rencores
escuchar el silencio que calla, cómplice
mirarnos en un espejo frío de locura
hasta que se alteren los ojos sonámbulos.
Alguien rescatará los náufragos del desierto.
-El corazón que ruge en un costado-
Llegará el tiempo de arrancar máscaras
y afirmar lo anunciado al abrirse las aguas.
El torrente de venas galopará el cuerpo
atravesarán los labios el puente de la dicha
unidos al constante pulso del viento.
Una promesa se detiene en el umbral de la espera
el sol abre sus manos
y nos cubre.
® Cecilia Ortiz
(Imagen: Rosa amarilla por Manuista en Flickr.com)
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