jueves, 19 de agosto de 2010

En la geografia de mis manos 3




Tres



La llamo ciudad y convivo con ella.
Sobre sus grietas, entre las vidas que simula.
No guarda secretos. No comparte.
Se viste de rojo fosforescencia
Las ventanas dicen adiós, tan calmas
                     abiertas al asombro del cielo.
Siempre pintadas de sueños albinos.
Caminaré cubierta de vestidos terrenales
                    siguiendo mi rumbo de poeta.

Mi cara pregunta
                    por qué los días se coronan de claveles rojos.

Las bocas responden desde la costumbre
                   tal vez celebran rituales de poema.
Antes que cambie de ritmo su corazón
caminaré
                  hasta encontrar al nuevo hombre




Caminaré

No puedo eludir la brevedad del día
la noche avanza desde lo inevitable
    me hermana
                con aquél poeta que existe sin proezas
-elocuente poesía de invencible palabra-

En la ciudad resplandores de fuego
consumen el oscuro rostro de la sombra.
La insensible magia nocturna
agota lágrimas       observa ausencias
                huye del aire sin decir su nombre.

No puedo eludir la brevedad del día
las sombras ya juegan detrás de mis ojos
     la noche me alimenta con sus panes-

Camino  debo encontrar el latido de la idea.
Sorprende el milagro de la luz desplegada
               en el gran espacio sucesivo
primero una diáfana sorpresa
luego la magnitud del un eco lejano.

No puedo eludir la brevedad del día
cuando la oscuridad espera ser nombrada
     cierro los ojos, borran huellas memoriosas.

El olvido esconde una maraña de recuerdos.

Caminaré por plazas pobladas de rincones
desnudando paisajes aún no creados
    el oficio de viajera me estará esperando.



® Cecilia Ortiz

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