Tercera ola: sobre arenas inciertas se acerca a la bahía de mi boca
1
En el fondo de mis ojos el sol se ahoga lentamente
enciende mi piel y convierte en hoguera
la memoria.
La tristeza escondida como una alimaña
se alimenta de recuerdos.
Reverbera la luz bajo pestañas que encierran
-espejo quebrado, aliento inquieto-
palabras nostálgicas caen en la bahía de mi boca.
Tal vez un sueño absurdo -amarillo influjo-
alborota pliegues en la frente
pule una calle azulada y nueva.
Hasta mis párpados cargados de sombras
sube el latido de mi corazón
-de muchos corazones-
sueños diferentes, necesidades similares
se estrechan, hacen un solo sueño.
Angustia indefinible entremezclada de historias distantes.
Están escritas en los libros
recubren de verde las estatuas que representan farsas.
La hipocresía, tantas veces faro que el mar no salpica.
El dolor surge como un entrañable amigo
es luz, pies descalzos, ojos tristes
alguna frase incomprendida.
El mismo sentimiento que angosta al mundo
se detiene en mis manos
y vacía mi lengua de palabras.
La tristeza escondida en el fondo de mis ojos
se mira las manos pequeñas
ahueca su voz, grita.
Huyen pájaros por el largo túnel de la vida.
Tal vez un sueño absurdo
es mutismo orgulloso, viento frío, risas antiguas.
Todo mi cuerpo es un hueco que guarda cicatrices
posesión de la nada
línea oscura, zona de fuego
largos ríos de sed
vivir en blanco, sin antes, sin después.
El sol se ahoga lentamente
en una envidia ignorante
tiembla la tarde, aprisiona pájaros y rosas
atraviesa con alfileres la colección de mis lágrimas.
La sombras resbalan, pisan arena incierta
me cubren como jamás lo hizo la luz.
Cierro los ojos, la pendiente húmeda y curva
acomoda los párpados
esconde alguna visión incomprendida
convierte en hoguera mi presencia.
2
Boca y labios fracasados.
Ojos y pestañas/ líneas febriles
se recuestan bajo las pupilas.
Mirada. Fuga de visión
atrapada en el vuelo.
Arde una palabra -impaciencia-
encendida, casi azul
juega en la lentitud
aletargada.
No puedo decir
-el silencio pesa-
(es búsqueda silente)
Por dentro letras
semillas despiertas
desordenadas.
Afuera un gesto (torrente marchito)
el labio entre dientes
y la pesada idea
gira, espera.
Nada detiene su niebla.
Brota sangre de la herida, muda y ardiente.
Marcas profundas
echan a volar tras un milagro.
El labio cubre al otro
disimulo sin imagen.
No alcanza, es melancolía.
Tengo la boca presa
sufre el ardor
de unas palabras -hijos sin parir-
(solitarios caminantes de la tristeza)
El tiempo se pliega, no hay instante de dicha.
Quema y duele
ojos y pestañas
cárcel para un sueño que ha volado
y se escurre sin lágrimas.
© Cecilia Ortiz
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