Sexta ola: gota a gota, incierta
hasta que nazca la marea
En el extremo de la palabra y el tacto
calla la voz en mi boca
que sólo responde lágrimas
-en la dormida ventana de papel-
saqueo de raíces, vértigo de luz
espalda de sombra, último vacío.
No me pertenece el paraíso, tampoco el cristal
del sosiego que escapa
-destierro y acecho-
Crece esa piel irreversible
cubriendo la imagen de los huesos.
Forma un cuerpo, abre los ojos
entorna pestañas sobre azules deseos
bajo verdes plegarias
ciñe grises ilusiones
sostiene silencios erguidos.
Soy testigo. Creo un poema
para apresar agua en mis manos vacías.
Cántaros transparentes
surcados por ríos sin sangre
que llaman al azar
buscan nutrir el latido
-océano dentro del cauce de mi garganta-
Transforma el don de estos genes
en otro tiempo.
laberintos prisioneros que no duermen
arena besando oleaje
memoria en busca de herencia
aroma a insomnios lejanos.
Nada recuerdo.
Desvanezco en perfume, silencio adentro.
Nada recuerdo
me transformo en final
en punta de tacto
en dedos que exploran la palabra
no aferrada a mi plegaria.
Manos que resbalan por el último gemido
apresado en la pared silente
cada vez más alta.
Poema, aliento, piel irreversible
sigo el trayecto del calendario
eterna migración que me convoca.
® Cecilia Ortiz
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