Cecilia Ortiz- Alejandro Rivadeneyra Pasquel
Argentina México
y nadie escuche
los límites de estas
horas
le hablo a mis duelos
al río desvelado de la
historia
a los ojos
que se cansan de
habitar
esta desembocadura
de tiempo en rebeldía.
©Cecilia Ortiz
De vez en vez, la
humedad se asienta
como remansos vívidos
del pasado
espejos de cara a la
luz, noctámbula
reflejo de agua en las
pupilas
que nunca desertan
que mascullan promesas
de la nada.
©Alejandro Rivadeneyra
Pasquel
la noche deambula
se hace promesa
de aquello
de esto
de un para qué.
Anda sobre la niebla
desdibuja sombras
aquí
después
sin tregua.
No me domina
desconoce lo que sé
de mí.
© Cecilia Ortiz
Desconoce tu alma de
concierto
tu reflejo entre
espejos encontrados
en la intimidad de
unos juegos umbríos
traslúcidos solo para
tu mente de niña.
Omites tus tacones las
medias y el perfume
a la espera del viento
en las ventanas,
esa ilusión de lluvia
noctámbula,
sobre un cuerpo
ardiendo entre sus versos.
no busco milagro
viento irracional
secretos
voy de espiga a flor
de relámpago a lejanía
me espera la memoria
la que no da marcha
atrás.
Soy el gesto de mi
madre
los ojos de mi padre
la voz que el poema
abre.
Guardo en los
bolsillos del alma
la niña que fui
la que se levanta
siempre
de la caída.
Camino en puntillas
a 10 centímetros del
suelo,
para no sentir el
hielo entre mis dedos
ni respirar a fondo,
pero confío ser un
milagro
en los brazos de mi
crío.
A veces fui sol de los
venados
permutando pasión por
horizontes,
antes de deshojar
palabras
que me han tendido al
silencio.
Mi Madre es un oratorio
de besos
mi Padre una partitura
sin tiempo.
Yo corro por los
colores y los versos
de los paisajes que me
encuentro,
pero soy más sombra y
más fuego
cuando me callo por
completo.
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