lunes, 21 de marzo de 2011

Late con mi sangre








Miro las heridas que provoca la ceguera de los hombres.
La muerte se toma de las manos con la vida
y sobre la tierra nace una locura errante.
Veo la señal de la miseria
-Por qué reina todavía-
El éxodo de abatidos niños tras desierta huella.

Mi corazón sufre.
El dolor es cavidad con presagios y furias.
Percibo imágenes que lloran o están muertas.
Escucho letras aisladas enunciando la crueldad.

Mi corazón llora.
Siento la violencia inconfundible
de relámpagos
El infortunio de quedarse a solas.
Sin sus lámparas mis hermanos caen.
No hay tambores que alerten
ni ropajes de león ni bruñidas coronas
en las cenizas de los desterrados.

Mi corazón ya no resiste.
Desgarra las fibras el desconsuelo tan ávido
Un invisible aro cierra diestro mi garganta
Al mundo indiferente
lo rodean halos de aves negras.
-Migajas de una raza que perdió sus talismanes-

Me convocan los ojos aún abiertos
y su oficio de náufragos.
Ya no pertenezco a la constante marea
se ha ido de mis cansadas venas.

Mi corazón es un recuerdo.
El mundo late con mi sangre.



Cecilia Ortiz-( Confesiones- formas de mi sangre)

Alas calladas





Fue en un bosque pétreo donde el cóndor desplegó el instinto
y se hizo vuelo eterno en pliegues memoriosos.
Festivo imperio sobre cumbres invencibles.
Comprendo el sentido.
Cientos de luceros encendieron un himno
el suelo fue dueño y destino de muchos.
Hombres que siendo niños dispusieron tiempo.
Mujeres con pulso fuerte, empeño entero.
El territorio fue hecho con simiente verde.
Creció un continente
un metro cientos de gestos
distintos rostros credos diferentes.
Un rocío lento mojó los esfuerzos
se removieron escombros con fiebre que no cede
surgieron terruños, montes llenos de bríos.
Lobos y corderos comieron restos de todos los sueños.
El mundo se hizo estéril
no contiene ni crece.

Fue en un bosque pétreo donde el cóndor desplegó el instinto
y el universo vertió un diluvio de peces.
Tiempo corto
resurrección y muerte.
Me pierdo en un destierro que consume símbolos
sobreviviré
del cóndor heredé el instinto.



® Cecilia Ortiz- Tiempo de memorias-

Días sin brújula




Son ojos de niños que no conocen fronteras
y guardan sueños debajo de la almohada.
Son lágrimas surcando el alfabeto olvidado
-ilusiones perdidas en el sudor del cuerpo-

Es el delirio de los hombres
que regresa
en ráfagas de guerra disfrazada de cordero
embistiendo rondas de niños
como un lobo salta sobre su víctima.
Los ojos de niños
lloran junto al páramo extenso
frente a un muro habitado por fantasmas
detrás de figuras en silencio.

¿Quién puede hacerse poeta
ignorando los solitarios niños
caminantes al borde de la vida. ?
-La que evade códigos y levanta los brazos excusándose-
Los ojos de niños no comprenden
qué tienen dentro de la piel algunos hombres
cuando hablan el lenguaje necio de las armas
y tapizan de ruinas los poblados.
Los niños
dejan piedras blancas en el sendero.
Será inevitable.
Regresarán
tal vez (lanzando fuego)
revestidos de uniformes consagrados.
Otros
serán los ojos con lágrimas.
Otra
la inocencia y soledad predestinada.
Hay un desvarío en la sangre
en las caras sin respuesta
en la luz sin sombra,
en los espejos que no reflejan.
Cientos de voces continuas
reclaman a millones de oídos que no oyen.

Los días sin brújula desfilan vestidos de arena.



® Cecilia Ortiz- (Confesiones/ formas de mi sangre)

Volar sin detenerse






No revelaré aquél nombre que lleva la memoria
como una herencia de antológicos recuerdos.
Diré que se parece sólo se parece
al paisaje sonoro
rompiendo el borde recto
de esa línea extensa escrita en luz
-horizonte en el confín de la mirada-
Me asombra esta audacia de poeta
(persisto en la idea con párpados inquietos)
He visto los ojos del espectro
rojos
ciegos
en el centro del misterio.
Ampliando la sonrisa en el ritmo de su boca.
Melodía sangrante que arrulla
los sueños destruidos de la gente.
Extiende manos -simula brazos solidarios-
Pisotea el dolor y la palabra profanada.
Tritura códigos los encierra en laberintos.

No revelaré el lugar sería absurdo
-creer es ya un desliz de la cordura-
El fantasma acecha confía en sus poderes
ovilla pensamientos desenreda paciencia.
Oculta la verdad que no lo favorece.
Impone sonidos al silencio.
Pero el hombre nuevo
avanza
desconfía
Espera la voz
que le confiera esa fórmula secreta
que abandonó la especie en algún recinto
que siento lejana y transparente.
No revelaré aquél nombre
heredado luego de batallas.
Diré que una paloma
- sin saberlo ella-
evoca esas tres letras
siempre escritas
sobre el último destrozo
pero dispersas sobre la incoherencia.

Esperaré el nuevo día para verla volar sin detenerse.


® Cecilia Ortiz