jueves, 19 de agosto de 2010

En la geografía de mis manos 9


Nueve



Hermana tierra.
Cordón atado a la cintura       playas caribes
islas flotando sobre un turquesa pálido
ceremonias de barcos aprendiendo sus rutas.
Mediterráneo cuerpo atrapado
en culturas antiguas y fulgores modernos.

Te veo en el oriente lejano
en las bahías azules             en el continente negro
por desiertos y montañas esculpidas de hielos.

Ansío que encuentres tu destino magno
-célebres mañanas en que eras bella-

Sin guerra      ni asedios  
sin bloqueo en tu mente       tampoco en tu cuerpo.

Las estrellas anuncian un camino inequívoco
Aquellas furias han muerto por fuegos malignos
El amor las redime     pero muertas viven.

Sabemos dónde está la luz
(quiero abrir los ojos y encontrar las pupilas brillantes
de aquellos que esperan
la sangre pura   la palabra escrita el nuevo poema)

que alienta a caminar
y poner a salvo a nuestra tierra herida.

Con otra mirada
Tierra herida..
Incansable canto a la existencia.
Aún quedan palabras con el poder de puñales
        que vienen detrás de un cortejo sin cuerpos.

Atraviesan límites       redes sin destino.
Impiden que el aire penetre en la tristeza
        y el mundo soñado se agite sin formas.

Tierra cubierta de brazos alzados
        testigo de ofrendas
que repiten la señal de los cielos.

Tierra hermana de rostros que preguntan
       levantan los ojos invocando
       al dormido viento.
Aún el llanto genera albergues
       en manos que apartan la dolencia.

Tierra de paisajes abismados y confines de hiedra
por cada lágrima un nuevo misterio
      para saber si la memoria es credo.

Tierra herida  dominada por fantasmas
      aún hay palabras habitadas por la magia.
En noches apacibles se liberará el nombre
y volverás a ser con la claridad del día
tierra consagrada       cuenco en la hoguera.

Se han partido estrellas en mis ojos
     con otra mirada veo el costado del mundo.



® Cecilia Ortiz


(Imagen, Anna (Bi) en Flickr.com)

En la geografía de mis manos 8






Ocho




Tú estabas en el final
humano de ojos nuevos
y corazón marinero.
La tierra espera que llegues
            a poblarla de maletas.
Genes aventureros
            cantares con brazos firmes.

Te pertenece la especie
dos piernas       dos brazos
una cabeza
un cuerpo    proa  mascarón     raíces.

Corazón y alma en la corriente
              que arrima los barcos a la playa.

Tú estabas       esperando el mediodía.
Con el sol alto llegué
en el espíritu del río que regresa
             a fundir su esencia en otra agua.

Tú estabas entre los recuerdos que yo evocaba.
Juntos muy cerca del fuego encendido
hicimos el pacto.



Pacto

Camino sobre espuma vertida en copos
            que el viento detiene a mis pies.
Ansío encontrar refugio evitando abismos
apuro los pasos.

Mi sombra encuentra tu sombra
            y un color inquieto yace
           en la hondura esperada.
Sobre arena silenciosa compartimos
           secretos del aire.

Las olas practican una corta ceremonia
llegar y partir en el momento.
Detrás de la última siempre está el océano.

Escucho la breve melodía del agua.
El abanico claro de tus manos
           convierte en palomas el instante.

Mi asombro y tu audacia
dibujan perfectos castillos
            junto al agua mansa de la playa.

Hacemos un pacto.
El invisible alcázar que la marea no mira
            será nuestra morada.

Nos cubre un borde plegado del paisaje
            desaparecen los cuerpos en el doblez
y queda esa forma hundida, huella fiel.

De nuestra estadía sobre la efigie plana
solo quedan las voces dialogando.


® Cecilia Ortiz

(Imagen, jrcstw en Flickr.com)

En la geografía de mis manos 7




Siete




Solo la memoria callada sostiene alas
cuando la insólita y extraña vida pierde pie
        y convertida en pasión enciende fuegos.
La bestia olfatea, corren las presas
        tras los límites infranqueables de la noche.
Corren       desgarran las aguas
los pájaros y olas cantan a la crueldad.

Cae apenas una gota de sangre
       desde los desdichados corazones.

Ser bestia prodiga una garganta feroz
siendo presa se dispersan los gestos del consuelo.

Como piedras     los juramentos endurecen.
Desconocidas figuras preguntan
       a un mundo desorientado
dónde ha quedado el embarcadero
      del río milenario.
Una caravana de aves emigra
      volando sobre mi alma.
El viento desmemoriado
     llega hasta el fin del mundo
y recuerda.
Es un remolino de recuerdos.
Cuerpos desnudos     cabezas erguidas
     ciudades y campos legendarios.
Estelas de piedra    continente sumergido
porque un hombre y una mujer
                no se han amado.

Todo regresa. Una raza de piedra se hunde.
Nada termina.



De piedra


Estamos hechos de piedra     sin memoria ni lágrimas
nos cubre la nieve,                cómplice del aire.
Nada perturba la arena fría del alma.
El agua crece y el mar oscuro devora la esperanza.
Los ojos grandes     los pies chiquitos.
La fiebre que interroga a la plegaria.
No hay raíces aferradas y crece la pesadilla del agua.
Un hombre se diluye en la canoa por un camino de sol
         -rubias estrías sobre la lluvia estancada-
Las casas levantan los techos con sus manos ajadas
         pasa el río corriendo desbocado.
No hay ojos ni manos que contengan la rabia.
Somos una raza de piedra que llora lágrimas de cuarzo.

En la noche el agua crece,  no sirven las ligaduras del llanto.
-Sirve eso que todavía nos falta-
Una raza de piedra se hundirá callada.

Conozco el epitafio.

El arca va y viene meciéndose en el polvo
el ave abrirá sus alas sobre el faro
las manos dibujadas,     el enigma a descifrar.

La historia nombrará un pueblo caído desde el cielo.

El agua apagará siempre el fuego
el mar borrará los castillos en la playa
mañana otra arena,    otras chispas
distintas voces     una nueva raza.



® Cecilia Ortiz

/(Imagen, Gioser_Chivas)

En la geografía de mis manos 6





Seis




Una cobra danza ante mi faz dormida
observa gasas de sueño que cubren el rostro.
Pálida       desliza la reluciente cinta
         hasta perderse en la oscura rotación del día.
Un instante solitario, ni luz, ni sombra
discordias del corazón     juego de espejos.

No fue verdad el veneno y la serpiente
pero
es cierto que brilló la barca que no navega.

Oculta    bajo el adiós del océano soy agua marchita.
Resbala por mi cuerpo   es remolino de recuerdos
                                     la sensación de vacío en el costado izquierdo.

Despojada de ropa me cubro con desvelos.
Con sus olas hambrientas el océano insiste.
Insaciable,     devorando la playa.





Insaciable



Insaciable    el territorio que late debajo de la piel gastada
Respiré y bebí ese vino
aquel aliento que sube desde la plegaria.
Las grietas de mis labios hablan de otros vinos
otras palabras.
Otros son los ojos que miran con mis cristales
                  el cuerpo que se abandona
                  desencontrado con la noche.
Otra la mirada que alerta.
                  Estira pliegues memoriosos.
-los que recuerdan detalles amanecidos en el alma-
Insaciable   la espera confidente
segundos que escapan del ritmo certero
                 de la amargura riendo a mi espalda
                 cuando pasan al ayer cenizas
                 de sueños que proyecté esta mañana.

-No es padecer lo que me habita y se instala-
Soy trozos de un sueño fragmentado.
Un ángel de mirada esquiva y lira sin cuerdas dice al oído
               Ni angustias, ni temores.

Y vuelvo       (sin mirar los escombros de realidad)
a soñarme entera.
Soy aquella que me sueña y esta que mira por dentro
la que suelta lágrimas y captura versos.
Porque cuando se ha respirado el corazón de una rosa
no hay sol
no hay estrellas      para recuperar el sentido.
-Ya no se regresa del espacio donde cabe el fuego-

El tiempo abre su boca ávido, la conciencia declina
encerrada por los bordes del anhelo.
Insaciable
            cuando todo huele a nunca y a hora malgastada.



® Cecilia Ortiz

(Imagen, González-Alba en Flickr.com)

En la geografía de mis manos 5





Cinco




Ya no es nuestro el talismán sin fragancia.
Un corazón solitario ha cruzado el último suspiro.
El río transcurre ansioso por mi piel
         lecho de piedras     morada inquieta.
Sobre frío pedestal la señal está escrita
mis pies enredaron cintas que no veo.
-El duelo acaricia con manos frías el cuerpo quieto-
Por qué todo se hace innecesario
        en el país de la sangre enamorada.
Salí siendo promesa de historia diferente
regreso ahogada en un mar helado.
El acantilado aúlla trozos de luna incierta
       y la tierra huele a recién partida.
¿Qué haré para no sentir lo vivido?
Mi sombra se hace pedazos.

Sobreviviente de una boca enmudecida.



Sobreviviente


Tu cuerpo celebraba el encuentro
         tu rostro, mi rostro de estar juntos.
Alegría de ser tan solo brazos.
Fuimos vertientes despeñándonos
        diamantes infatigables
        raptores de huellas que no se detectan
        errante reflejo de la voz del otro.
Atrapado sabor que desvanece
        en aquella barca a la deriva.

Ignoramos: que una mano cualquiera
una garganta con vocales erróneas
una cabeza puesta al descuido sobre los hombros
        podía romper el equilibrio.
Fuimos cómplices de las palabras
los gestos estáticos    la hora que avanza
                                sobre el trozo que le falta a la manzana.

El cazador obtuvo sus presas.
Tu cuerpo no celebraba con júbilo cada encuentro.
Los brazos cayeron sin pesada carga.
Mi boca esperó el impacto
         cuando estar juntos no fue la medida esperada.
El salto al vacío y las náuseas, lo que sentí
al desprenderse el amor de nuestras manos.

Tu rostro tuvo los rasgos de todas las caras
mi rostro
         lágrimas.





® Cecilia Ortiz

(Imagen, Sonia Safa en Flickr.com)

En la geografía de mis manos 4




Cuatro


Sueños anunciando lo breve   la angosta línea que dibuja
realidad severa, delirio consecuente.
Tan breve
el silencio mientras nombra lo que duele
              y evito con palabras de niebla.
Soy pez del zodíaco y sueño que escribo
              en los grandes libros olvidados
              en los pequeños espacios del alba.

Sueño que veo poetas  dentro del impacto de una guerra
llevan libros al hombro
             y flores rojas que clavan en el suelo.
Será que ha muerto la lengua o escondida en el mar
aguarda
que alguien la escriba.
Una palabra se hace fin del camino
             principio de paisaje
             vaso de esperanza en mis manos.

Sueño que escribo el dialecto del cielo en la tierra.



Sueño que escribo


Escribo lo que grita sin violencia mi cuerpo
cuando cruzo el puente a ninguna parte
y dejo decir a la vida
           que he perdido signos milenarios
           en los naufragios de mis manos rendidas.
Hay expertas palabras que son arcos tensados
temo el impacto       cubro el pecho
           imagino que adormezco.

Sueño que escribo sobre una tierra irreal
          inmensa      plana
imagino un ciclo que evade muertes
         septiembres prolongados
         valles sin hambre.
Me despierta esta llanura obstinada
que no reconoce amores     tampoco odio.
Con los ojos abiertos    contemplo
mi corazón enredado en lianas y musgo
que decidió adormecer sangre
         y volverse verde.
Rodeado de selva         oculto del sol
con su mirada roja todavía   busca mis luceros.
Espera que en la piel me broten pétalos
para comenzar
aquel postergado viaje  hacia nuestra poesía
         imperceptible.



® Cecilia Ortiz

En la geografia de mis manos 3




Tres



La llamo ciudad y convivo con ella.
Sobre sus grietas, entre las vidas que simula.
No guarda secretos. No comparte.
Se viste de rojo fosforescencia
Las ventanas dicen adiós, tan calmas
                     abiertas al asombro del cielo.
Siempre pintadas de sueños albinos.
Caminaré cubierta de vestidos terrenales
                    siguiendo mi rumbo de poeta.

Mi cara pregunta
                    por qué los días se coronan de claveles rojos.

Las bocas responden desde la costumbre
                   tal vez celebran rituales de poema.
Antes que cambie de ritmo su corazón
caminaré
                  hasta encontrar al nuevo hombre




Caminaré

No puedo eludir la brevedad del día
la noche avanza desde lo inevitable
    me hermana
                con aquél poeta que existe sin proezas
-elocuente poesía de invencible palabra-

En la ciudad resplandores de fuego
consumen el oscuro rostro de la sombra.
La insensible magia nocturna
agota lágrimas       observa ausencias
                huye del aire sin decir su nombre.

No puedo eludir la brevedad del día
las sombras ya juegan detrás de mis ojos
     la noche me alimenta con sus panes-

Camino  debo encontrar el latido de la idea.
Sorprende el milagro de la luz desplegada
               en el gran espacio sucesivo
primero una diáfana sorpresa
luego la magnitud del un eco lejano.

No puedo eludir la brevedad del día
cuando la oscuridad espera ser nombrada
     cierro los ojos, borran huellas memoriosas.

El olvido esconde una maraña de recuerdos.

Caminaré por plazas pobladas de rincones
desnudando paisajes aún no creados
    el oficio de viajera me estará esperando.



® Cecilia Ortiz

En la geografía de mis manos 2



Dos


La lluvia no fue dicha hasta caer  pálida entre nombres diferentes.
Rostro de historias frente al fuego.
En la ribera    arena y sueños aún sin ser soñados
                     conviven con las cosas queridas.
Las ramas en flor de los naranjos
                     y esas vivencias de geranios y patios.

Un corazón sonámbulo arranca pétalos
                    del trébol que viste de margarita.

En la playa, mirando al enigma futuro
                    siento el canto de la brisa en el pecho.

Amanece      en los ojos de los pájaros.
En la ribera húmeda del alma
                    sobre flores marchitas de ilusiones
                    un ánfora se vacía de memoria
Atesora gestos en la geografía de mis manos.
Se hace larga la espera cuando el barro descansa
y el trigo impacienta la tierra porque duele todavía.

Lo anunciado
no debe ser escrito. Es memorable.



Lo anunciado

Es tiempo de palabras      inquietantes mensajeras
ueños que agigantan la indiferente noche
          esperanza embestida y acechada.
Época de olvidos vanamente invocados
          perderse en cicatrices rugosas del camino
          tardes sorprendidas por el gesto de la lluvia.
Espacio de sombrías nubes coronando ideas
                  preguntas que son falsas respuestas
                  peligros disfrazados de mártires.
-Canción que la memoria no retiene-

Es el momento que ofrece mutarnos en rencores
                 escuchar el silencio que calla, cómplice
mirarnos en un espejo frío de locura
            hasta que se alteren los ojos sonámbulos.

Alguien rescatará los náufragos del desierto.
-El corazón que ruge en un costado-
Llegará el tiempo de arrancar máscaras
            y afirmar lo anunciado al abrirse las aguas.

El torrente de venas galopará el cuerpo
                 atravesarán los labios el puente de la dicha
                 unidos al constante pulso del viento.
Una promesa se detiene en el umbral de la espera
el sol abre sus manos
           y nos cubre.

® Cecilia Ortiz

(Imagen:  Rosa amarilla por Manuista en Flickr.com)

En la geografia de mis manos 1



















Uno


Esta sangre que recorre circunstancias y lágrimas
vuelve a ser paloma entre voces.
Me recorre el corazón aturdido   
                               es niebla en un paisaje vagabundo.
-asomado a una ventana siempre abierta-
Soles derramados. Epitafio de luna.
                              Asombro de estrellas.
Grito que invade la garganta con un temblor ciego
y desangra palabras sin germinar.

Viene a buscarme con sus lámparas y espigas.
Se hará poema sobre mi piel de brisa.

                             Desde aquella vez y ahora.




Desde aquella vez

Desde aquella vez que fui tuya, poesía
                            se encendieron columnas de fuego.
No quiero apagarlas.
Eres llama que no consume materia, la genera.

                          ¿Cómo hacer para evitar el agua?

Que nadie mire mi piel florecida
porque te llevo escrita con indeleble letra
como destinada sombra
                           o música que invade silencios
como sangre detenida
                           plácida y libre fuera de la trama.

No quiero negarte.
La que te ama ha perdido el juicio.
                          -labios derrumbados-
                          -viento en los ojos-
                          -marejada tibia en el pecho-

Quiero encontrar aquel tiempo iluminado
                          cuando sentía en la espalda
una cascada de perlas y era fuerte el abrazo.

Quiero ser rama crecida del árbol que contiene tu aroma
saber que estás aguardándome      para tener mis ansias.

No quiero perderte.
Oigo clamores       hablan de tu nombre
veo mentiras          complaciendo caras
manos que esconden tu transparencia.

¿Cómo hacer para evitar el llanto?

¿Dónde van los poetas cuando crece maleza en las palabras?



® Cecilia Ortiz